domingo, 31 de diciembre de 2017

Mis lecturas favoritas de 2017

Último día del año y parece que esta vez haré a tiempo la lista de las mejores lecturas. La reflexión me pilla en medio del reto de pasarme dos meses sin comprar un libro y por ahora voy aguantando, más de la mitad ya. Lo hice por dos razones: la primera, porque en casa tengo tal cúmulo de libros por leer que hasta me empecé a agobiar; y la segunda, porque me causaba cierta ansiedad el reto y nadie daba un duro por mí. A que no hay ovarios.

Me he dado cuenta que me había convertido en una lectora constantemente insatisfecha que tiene el recelo de que el libro que esta esperando siempre es mejor que el que está en las manos y así, leer era una especie de tarea que simplemente me llevaría al siguiente libro. Ser productiva dejando de lado parcialmente aquella fascinación adolescente que me hacía meterme a la cama antes para regocijarme en todo el tiempo de lectura que tenía por delante.

Pero entre estos dilemas morales, he disfrutado bastante de la lectura, he leído libros que no me importaría volver a leer y alguno incluso lo metería en mis favoritísimos. Aquí van, con un orden más o menos inverso:

-La uruguaya de Pedro Mairal (Libros del Asteroide)

Una de esas joyas que te llega sin querer y que luego recuerdas de vez en cuando. Tampoco se me hace tan fácil decir por qué me gustó, tuvo el poder de hipnotizarme y enamorarme de la manera menos racional.


-El intérprete del dolor de Jhumpa Lahiri (Salamandra)

Lahiri se ganó a pulso ser una autora a la que siempre volver con el primer libro suyo que leí, Tierra Desacostumbrada. Con La Hondonada ya me volví fan fatale y este último que he leído, que realmente es el primero que escribió, me ha recordado el por qué de tanta pasión. Jhumpa Lahiri tiene una habilidad excepcional para retratar los dilemas cotidianos del deber y el querer y como todas esas pequeñas decisiones componen lo que somos, una identidad con miles de matices, a veces contradictorios, a veces compatibles.


-Medio sol amarillo de Chimamanda Ngozi Adichie (Random House)

Sobre Ngozi Adichie poco me queda por escribir que no haya gritado ya a los cuatro vientos. Ella, en todo su ser, es una de las principales Diosas de mi religión, representa casi todo en lo que creo en esta vida y sus libros siempre serán biblias para mí. Medio sol amarillo es una historia tan dura como corriente, porque aquí es Nigeria la que está en guerra pero podría ser cualquier otro lugar. Como seguir adelante, o simplemente como vivir cuanto todo se está destruyendo a tu alrededor, mientras mantienes la esperanza de que esa destrucción a la vez es la construcción de algo mejor.


-El hijo de Philipp Meyer (Random House)

Una de esas grandes novelas americanas que pasan a los anales de la historia. Saga familiar magistralmente relatada por tres protagonistas de diferentes generaciones, con párrafos y páginas para enmarcar. Vaqueros, indios, petróleo... y hasta una mujer ejemplar abriéndonos el camino a las que vendríamos por detrás. Novelón al canto con el que disfrutar horas. 


-El año del pensamiento mágico de Joan Didion (Random House)

Siempre he pensado que es un lujo aprender de las grandes mentes y pocas cosas me parecen más difíciles que aprender a sobrellevar el dolor de una pérdida. Así, intento empaparme de pensamientos tan mágicos como los de Didion, que en este regalo de libro nos relata el año siguiente a la muerte de su marido. Triste, sí, pero también esperanzador, de cómo seguir adelante en la vida hasta cuando sientes la pérdida del mayor de los cimientos. Porque la meta final siempre será recordar con una sonrisa a los que ya no están. 



-Nosotros en la noche de Kent Haruf (Random House)

Los dos, rondando los 70, viudos y vecinos. Una noche, ella toca el timbre de su casa y él le invita a pasar. Se conocen de vista, algún trato han tenido, pero nunca intimando demasiado. Ahora, ella tiene una propuesta que hacerle: dormir juntos cada noche, simplemente tumbarse en la cama uno al lado del otro y dormir. Porque las noches son lo más solitario del día y siempre es reconfortante escuchar la respiración de alguien más. 


-Ciudadanos particulares de Tony Tulathimutte (Alba Contemporánea)

La trillada temática de jóvenes que han terminado sus estudios y están buscando su camino en la vida porque se dan cuenta que no están en el sitio donde pensaban estar adquiere aquí otra dimensión. Tulathimutte crea unos personajes de manera poliédrica, sin dejarse ni una cara, ni una arista ni un vértice. Imposible no sentirte identificado en lo perdidos que se sienten intentando entender cómo gira el mundo y queriendo subirse a él. 


-Una Madre de Alejandro Palomas (Nuevos Tiempos Siruela)

Mi libro de transición del 2016 al 2017, que es cuando lo terminé y por eso cuenta, y fue especialmente acertada la elección de leerla en época Navideña porque el libro justo pasa entonces, cuando una familia algo atípica (como todas) se junta para celebrar la Nochevieja alrededor de una mesa. Hablando de los que faltan, los que vuelven y los que siempre están, contando los dramas desde una perspectiva llena de humor y ternura, me hizo reír y llorar casi a cada página.


-Piscinas vacías de Laura Ferrero (Alfaguara)

A Ferrero la tenía pendiente desde hace meses y al final la cogí por banda intrigada por tanta crítica excelente. Y como en muy pocas ocasiones pasa, las expectativas se vieron superadas por creces. Piscinas vacías en un cúmulo de pequeñas grandes historias, afiladas como puñales, que se te meten dentro. Tan dentro, que pocas veces pude leer dos seguidas, porque cada vez que terminaba una, el cuerpo me pedía parar a regocijarme y a darle ciertas vueltas a la cabeza. Justo ahora estoy con Qué vas a hacer con el resto de tu vida y no me sorprendería si al finalizar 2018 está en esta misma lista. 


-Tierra de Campos de David Trueba (Alfaguara)

Trueba escribe para mí, ahí juega con ventaja y no puedo ser imparcial. Tierra de Campos me entusiasmó de tal manera que pasó directamente a la estantería de mis libros favoritos y ahí sigue, enmarcado en mi recuerdo, con las ganas de releerlo otra vez. Y lo cierto es que me gustó tanto, que me cuesta explicar con palabras el porqué. Lo único que puedo decir es que es Trueba, y Trueba siempre es bien y casi siempre es maravilloso. 


Sigamos leyendo en el 2018.

Urte berri on!


domingo, 10 de diciembre de 2017

La lección que nos está dando OT

Empecé sin ninguna intención. Vimos la repetición de la Gala0 con cierta curiosidad, nostalgia y la sensación de que estábamos viendo algo que no nos correspondía, que esta edición de Operación Triunfo ya no era para nosotras, porque nosotras ya habíamos tenido nuestra edición y ahora ya estábamos mayores.

Luego hubo una canción que quise ver en la Gala1, Los Ronaldos molándolo todo en la voz de dos concursantes que lo hacían bastante bien, pero el apoteosis llegó en la Gala3: City of Stars. La La Land, mi gran obsesión de este 2017 saltaba a la palestra una vez más. Empecé a cotillear los ensayos y ¿qué era ésto? ¿iban a tocar el piano ellos mismos? Y qué bien lo hicieron además. Ahí ya me aprendí bien los nombres de Amaia y Alfred, y también los de Aitana y Cepeda, y cuanto más veía, más nombres me aprendía y más quería seguir viendo. 

Llegaron también las clases de los Javis, Javier Calvo y Javier Ambrossi, la pareja de moda por Paquita Salas y La Llamada, y gracias a ellos y a otra concursante, Marina, hubo una master class espectacular sobre orientación y género sexual que se debería emitir en todos los colegios. Aunque el mayor hito fue cuando la propia Marina, declarada bisexual, se dio un simple beso con su novio trans en plena prime time de la televisión pública. Cómete esa, Hazte Oír. 

Los Javis ilustrados por Pablo Bianco

Mientras, Alfred seguía paseándose por la academia con una camiseta que ponía feminist y pedía que hiciéramos donaciones a una ONG que ayuda a los refugiados porque el Gobierno Español apenas ha llegado a acoger al 11% de lo pactado. Amaia, seguía tocando el piano y la guitarra a todas horas, demostrando una cultura, un gusto y una sabiduría musical para enmarcar en una chica de 18 años. Salió también Ana Guerra, leyéndole la cartilla a Cepeda por escandalizarse al tener que besar a un chico y dedicando su canción (himno para estas alturas) La Bikina, a todas las supervivientes de la violencia de género. Nerea hablando del problema que tiene con su dentadura y de cómo superó su complejo con una madurez pasmosa. Y otra vez Alfred, respondiendo con naturalidad a la pregunta de Ana Guerra de si le gustaría que una mujer levantara el brazo y tuviera pelo en el sobaco: "A mí me gusta lo que me gusta, me gusta la mujer en sí. Si es una persona bella, es una persona bella. Si te gustan las mujeres y no te gusta el pelo, tienes un problema, porque las mujeres tienen pelo."

Y así, me he ido enganchando semana tras semana un poco más a estos chavales. Hasta el punto de que sigo el 24h en mis ratos libres, me he bajado la aplicación para votar y hace varias semanas que alardeo a los cuatro vientos mi fanatismo. He llegado a tal punto, que el otro día a los de mi club de lectura les recomendé que lo vieran mientras que todos me miraban con cara de pero ésta qué se ha fumado. 

Supongo que la educadora que guardé dentro de mí es la que se da cuenta lo valioso que es que haya una generación de adolescentes que tenga a estos triunfitos como referentes. Cuántas chicas habrá que verán gracias a Alfred, que el chico que les gusta no tiene derecho de ser un gilipollas con ellas. Me parecería maravilloso aunque sólo fuera una la que manda a paseo a algún impresentable. Que vean que los chicos a los que idolatran, han estudiado y trabajado mucho para cumplir sus sueños. Que aunque en su entorno escuchen comentarios negativos, es lo más normal del mundo besarte con quien te dé la gana sin que te lo impida su aspecto o lo que lleva entre las piernas. 

Toda esta cultura en la televisión de hoy en día es una joya. 

Por lo que larga vida a Amaia Primera de España y quinta de Alemania y a todos sus compañeros. 

Fan total de esta ilustración de Pablo Bianco


P.D.: Y Roi, que yo soy muy fan de Roi y de su sapoconcho.