miércoles, 31 de enero de 2018

Por lo menos hasta el viernes

Un día, después de un partido Real Sociedad-Real Madrid en Anoeta, mientras desayunábamos con vistas al mar disfrutando del sol que le había  regalado a su visita, nuestro querido Javier Aznar me preguntaba cómo era posible que con el resultado que lucía el marcador (¿era un un 0-4?) la grada hubiera terminado el partido coreando a su equipo como en la mayor de las victorias. Por mi parte le contesté que era lo único que nos quedaba, el amor por unos colores. En el verde, vistiendo la camiseta del equipo contrario, estaban Xabi Alonso y Asier Illarramendi y aquellos cánticos eran la única manera que tenían los aficionados de enseñarles que había algo que el dinero no podía pagar y que aunque sólo fuera ese pequeño detalle, se lo estaban perdiendo en su gran aventura. 

En este asunto del fútbol donde todo se ha vuelto tan tangible, a los últimos románticos que quedamos nos sigue haciendo ilusión esa chispas de magia y de respeto. Soy esa tonta que se emociona cada vez que Griezmann no celebra un gol que nos marca.

Una de esas sillas, la mía. 


Sin embargo, el fútbol, sus clubes y sus jugadores, se encargan bien de recordarnos que ese romanticismo está agonizando, nos dan una cachetada en la cara a modo de advertencia de “eh, ese deporte por el que suspiras, no va a volver”.

Y aún y todo, cuando vuelve a pasar duele. En esta ocasión no tanto por quién lo ha hecho sino por el cuándo, cómo y a dónde. Porque saltar del barco el primero cuando se ha empezado a hundir un poco para resguardarte en el jardín del vecino, es un poco feo. A mí me da que es lo que hubiera hecho el marido de Rose en Titanic.

Sacudo la cabeza para dejar de divagar y razonar un poco. Porque no vale el dinero que nos han pagado, menos en este año que anda lejos de su mejor versión, y realmente tengo la sensación de que en eso de la oferta y la demanda, hemos salido ganando. Pero el orgullo herido duele. Aunque sea un poco. Por lo menos hasta el viernes.

1 comentario:

  1. Dice mi hermano que se ha ido donde ha podido, no donde ha querido. Y los muchos "vecinos" que conozco, suspiran por otro jugador de los nuestros, no por este.

    BETI ERREALA!

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